Las rendijas invitan a la luz pasar, resplandece el interior sin restar importancia a la sombra que se oculta detrás de los objetos. Los ojos cerrados sienten el sol, la respiración sucede en silencio. Se escucha más la brisa que pasa a través de la ventana, leve, que entra como canción, toca los cuadros en las paredes, invita a bailar a las cortinas y vuelve a salir, renovada.
Una mañana de verano en la habitación.