lunes, 2 de agosto de 2010

InmensidaD


Tanta inmensidad no la dejaba respirar. O quizás todo lo contrario, le daba tanta vida que ella no lo podía soportar. Kilómetros y kilómetros de inmensidad para ella sola. Pero no dejó que eso la abrumara, y se dejó llevar. Sólo acompañada por el arte de la música y de la literatura pudo besar esos mares de algodones y mirar por horas la enormidad que posaba sobre sus ojos. Observó las nubes de papel que cubrían el cielo, que a su vez se fundía en el horizonte, mezclándose con el océano. De vez en cuando pasaba otro alma solitaria caminando por la arena, como una estrella fugaz en una noche casi sin estrellas.
Así, al contrario de lo que esperaba, en lugar de sentirse vacía y sola en medio del océano, se sintió llena, llena de compañía, porque la música le hablaba a ella; llena de paz, porque el mar le regaló tantas olas como pudo, y el cielo le mostró colores que ella no sabía que existían. ¿Eso es la felicidad? Pensó. Rápidamente recordó que dicen que la felicidad sólo es real si se comparte, y lo comprobó, porque se sentía llena, pero definitivamente no era feliz.

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luna